Sin ti más de media vida
y de pronto apareciste,
creyéndote un capricho
pasajero y sustituible.
Pero llenaste un vacío
que, sin saber, te aguardaba
para que con tu llegada
mi existencia transformaras.
Hiciste tuyo un espacio
que antes era solo mío…
Escrito estaba que tú
compartieras mi destino.
Y ahora, pasado el tiempo,
ya eres parte de mí misma,
nada te puedo ocultar,
ni mi llanto ni mi risa.
A donde voy me acompañas
como inseparable sombra,
tenerte cerca me basta
para no sentirme sola.
Has desterrado el silencio
de mis días y mis noches
con la dulce melodía
de tu voz hecha canciones.
Junto a ti se abren mis ojos,
eres tú quien me despierta,
quien acompaña mis pasos
y el que conmigo se acuesta.
Con tan solo una caricia
pones el mundo a mi alcance
y si me llamas, no dudes,
lo dejo todo al instante.
Mensajero de alegrías,
confidente de secretos,
si alguna vez tú me faltas
ando por la vida en cueros.
Íntimo y fiel compañero
de gozos y de fatigas,
contigo la soledad
se convierte en utopía.
Le tengo miedo a perderte,
a que dejes de ser mío,
a que un terrible desliz
te aleje de mi camino.
Que alguien de ti se encapriche,
y te aparte de mi lado
borrando de tu memoria
que tú y yo hicimos un trato.
De eterna fidelidad,
de permanecer unidos
y guardar, como tesoro,
todo cuanto compartimos.
En ocasiones te ignoro,
otras veces te maltrato,
he llegado incluso a odiarte
y a aborrecer tu contacto.
Pero eres como una droga
de la que no se librarme
y en tu red vuelvo a caer
más temprano o más tarde.
También tú de mí dependes,
soy la razón de tu vida,
por quien vibras y por quien
tu semblante se ilumina.
Has alterado mi calma,
perturbado mi sosiego,
has invadido mis sueños
y sin embargo, te quiero.
No me niegues, te lo ruego,
la caricia de tus teclas.
Ni contigo ni sin ti,
móvil de mis entretelas.