Despacio y casi a traición
me robas noches de estrellas,
cálidas, largas, serenas,
con sabor a mar y ron.
El frío soplo de tu viento
se lleva consigo el perfume
de azahar, aroma dulce,
y deja tras de sí el lamento
de árboles que, en su belleza,
lucían ayer verde capa
y hoy, seca hojarasca,
crujen, bajo mis pies, tristeza.
La lluvia es llanto del cielo
al que alzan suplicantes ramas
que, como en plegaria, claman
en su desnudez, consuelo.
Temblorosas, a tu paso,
silencian su canto las aves
porque, como yo, bien saben
que tu presencia es ocaso.
Presagio en el aire y en mí
un invierno ya cercano,
mientras mi sol de verano
apagas con tu manto gris.
Eres fin de claros días,
bordados de luz y colores…
No me gustas porque escondes
tras de ti, melancolía.
Reavivas con tu presencia
pérdidas irreparables,
cual mensajero implacable
de rupturas y ausencias.
No esperes, pues, que te cante
como hacen tantos poetas
ni que mis humildes letras
te hilvanen versos brillantes.
Supongo que estaba escrito
el no llegar a querernos…
Entre primavera e invierno
sobras tú, otoño maldito.
me robas noches de estrellas,
cálidas, largas, serenas,
con sabor a mar y ron.
El frío soplo de tu viento
se lleva consigo el perfume
de azahar, aroma dulce,
y deja tras de sí el lamento
de árboles que, en su belleza,
lucían ayer verde capa
y hoy, seca hojarasca,
crujen, bajo mis pies, tristeza.
La lluvia es llanto del cielo
al que alzan suplicantes ramas
que, como en plegaria, claman
en su desnudez, consuelo.
Temblorosas, a tu paso,
silencian su canto las aves
porque, como yo, bien saben
que tu presencia es ocaso.
Presagio en el aire y en mí
un invierno ya cercano,
mientras mi sol de verano
apagas con tu manto gris.
Eres fin de claros días,
bordados de luz y colores…
No me gustas porque escondes
tras de ti, melancolía.
Reavivas con tu presencia
pérdidas irreparables,
cual mensajero implacable
de rupturas y ausencias.
No esperes, pues, que te cante
como hacen tantos poetas
ni que mis humildes letras
te hilvanen versos brillantes.
Supongo que estaba escrito
el no llegar a querernos…
Entre primavera e invierno
sobras tú, otoño maldito.