jueves, 26 de agosto de 2010

¡¡Baja, loca!!

Me había prometido a mí misma no hacerlo, me había autoconvencido de que nada ni nadie podrían obligarme a ello, y de que un “no” rotundo y tajante, acompañado de una mirada fulminante, bastarían para impedirlo.
Me dije que ya son suficientes las cosas que la vida nos obliga a hacer contra nuestra voluntad como para tener que añadirle una más.
¡Vamos, hombre… hasta ahí podíamos llegar!
Y hasta ahí llegué. Hasta el maravilloso Parque Nacional del Timanfaya, en Lanzarote, dispuesta a disfrutar de una de las excursiones más bonitas que he hecho en mi vida, percances e incidencias aparte, y con el firme propósito de mantenerme fiel a mi decisión.
Pues no. No pude evitarlo. De hecho, ni siquiera tuve la oportunidad de manifestar mi determinación.
Mi voluntad poco o nada pudo contra unos cincuenta compañeros de viaje que, rebosantes de entusiasmo, descendían velozmente del bus turístico armados, cual pelotón de combate, con cámaras y vídeos hasta los dientes y que, como si les fuera la vida en ello, se lanzaban en frenética carrera hacia una larga fila de camellos que, sentados plácidamente en una de las laderas del Timanfaya, parecían esperar resignados la avalancha humana que se les venía encima.
Casi me arrollan. Los camellos no, los turistas.

Ávidos del típico paseo a lomos de un camello y de la consabida foto de rigor para la posteridad, se apiñaban desordenadamente alrededor de los animales, esperando impacientemente que el camellero les acomodara en sus lomos. Todos se apelotonaban para ser de los primeros, como si temieran que los camellos huyeran en estampida y perderse la oportunidad de tan trepidante aventura, algo que a mí me hubiera ido de perlas y que llegué a desear con todas mis fuerzas.
Aunque difícil hubiera sido porque, a decir verdad, casi los tenían acorralados a los pobres animales…
Todos aguardaban, impacientes y expectantes, el gran momento de subirse en ellos.
Todos, menos yo.
Me quedé rezagada. Primero, porque mi entusiasmo por esa obligada aventura turística era totalmente nulo y, segundo, en la confianza de que mi ausencia pasara desapercibida.
Fue un inútil y vano intento.
Había logrado resistir a la tenaz insistencia de Joan y convencerle de que a mí los animales me encantan, pero siempre vistos desde tierra firme. Aún así, él seguía mirándome como a una alienígena ante mi negativa a encaramarme a lomos de aquel animal, mientras yo seguía inamovible en mi férrea decisión.
Casi le había convencido ya, casi, cuando toda mi argumentación se fue al traste al sentir la fuerte presión en mi brazo de los dedos de un resolutivo camellero que, sin encomendarse ni a mí ni a nadie, me arrastraba hacia uno de los camellos y, con rapidez meteórica, me sentaba en una de esas diminutas e incomodísimas sillas que colgaban a ambos lados de su enorme joroba.

Cric, crac… y ya me había atado a la silla con la celeridad propia de quien hace esa misma operación cientos de veces al día y obviando totalmente si yo quería o no montarme en ese cuadrúpedo. Ni me preguntó ni esperó respuesta. Me dejó allí sentada y con cara de boba. Y se fue.
Al otro lado de la joroba, en ostensible desnivel con relación a mí por sus casi veinte kilos de más, Joan sonreía más feliz que un anís.
Mal empezaba el día y pintaba seguir peor. Ignorante de los fuertes vientos que suelen soplar en esa isla, maldije una y mil veces mi escueto pantalón corto y mi veraniega camiseta de tirantes mientras hacía verdaderos malabarismos con un finísimo chal que pretendía colocar sobre mis hombros pero que apenas podía sujetar por la intensidad del viento.
Me acordé de Isadora Duncan y su triste final…
Y en esos agradables pensamientos andaba yo cuando llegó el momento tan ansiado por todos y tan temido por mí. Los camellos, dócilmente y a un grito ininteligible del camellero, fueron levantándose uno a uno, en un sincronizado orden.
Empecé a contar… el primero, el segundo, el tercero…
Seguía sin comprender la alegría de los que ya se encontraban colgados en el aire.
El noveno, el décimo… uno tras otro iban poniéndose en pie y se acercaba ya el turno del mío, situado más o menos en la mitad de la fila.

Y me tocó. ¡Ale hop! y…
Y en ese momento hice el ridículo más espantoso.
Yo, persona amante de pasar desapercibida, me asusté hasta de mi propio grito, que salió de lo más hondo de un corazón que sentía desbocado y que, por un momento, pensé que se escapaba por mi boca abierta…
¿¿¿Por qué nadie me había dicho que los camellos no se incorporan sobre sus cuatro patas a la vez, sino que lo hacen sólo sobre las traseras??? ¿¿¿Por qué había sido tan estúpida de no haberme fijado nunca en ese pequeño detalle???
Mi camello, fiel a su genética, por supuesto también lo hizo y en un par de segundos mi silla, hasta entonces en una relativa y segura perpendicularidad al suelo, se elevaba por los aires alcanzando una peligrosa inclinación que me colocaba de espaldas al cielo y de cara al suelo, mientras las larguísimas patas del animal seguían incorporándose.
Más que un grito, era un aullido lo que seguía saliendo por mi boca... Es muy posible que todavía resuene mi eco en la tranquilidad de ese valle.
Mi camello, imperturbable, ni se inmutó ante mi histérico ataque de pánico. Evidentemente, fue el único porque Joan, mirándome como a una poseída, me fulminaba con la mirada a la vez que me preguntaba porque chillaba de “esa” manera mientras el camellero, con una mezcla de enfado y susto en su cara, acudía rápido a mi alarido preguntándome en tono recriminatorio: "¿¿¿Se puede saber qué le pasa, señora????”

Sentí sobre mí las miradas burlonas de cientos de ojos y en ese momento, si mis temblequeantes piernas me lo hubieran permitido, habría saltado del camello para que me tragara rápidamente la tierra, esa tierra que minutos antes pisaba con toda seguridad y que ahora veía tan lejana de mis pies…
Pero tampoco esto funcionó, porque seguía atrapada en esa maldita silla y, para colmo de mis males, ahora sí empezaba a moverse la caravana.
Y comenzó la lenta ascensión por la ladera, al inestable vaivén de los pasos del camello. A medida que íbamos subiendo, el viento arreciaba más y a la mitad de la subida, yo era ya una especie de ovillo acurrucado en el asiento, luchando desesperadamente para que el fuerte viento no me arrancara el chal con el que, inútilmente, seguía batallando para proteger mi cuerpo del frío. Menos la cara, que todavía me ardía por la vergüenza pasada, el resto estaba helado.
A pesar de todo, por unos minutos y dada la lentitud del ascenso, conseguí relajarme un poco y hasta llegué a esbozar una leve sonrisa imaginándome qué negro porvenir hubiera tenido como beduina.

Poco duró, sin embargo, mi relativa tranquilidad cuando observé que, de repente, a mi camello le había entrado prisa. Quizás se dio cuenta de que llegaba tarde a una cita, quizás se creyó el Fernando Alonso de la caravana o quizás, simplemente, quería martirizar un poco más a la patética pasajera que llevaba a cuestas… El caso es que, no conforme con seguir la ordenada fila, empezó a acelerar el paso, intentando adelantar al camello que le precedía, uno de cuyos asientos iba ocupado por un niño que, en cuanto vio el hocico de mi camello sobre su hombro, empezó a llorar histéricamente. Su madre, en el asiento de al lado, intentaba calmarlo sin resultado alguno mientras él, convertido ya en la banda sonora de la caravana, me miraba de forma acusadora.
Genial. Todo estaba saliendo redondo...
¿¿¿Y qué demonios pretendía mi camello con su inusitada prisa????
Clavé también en él la más terrible de mis miradas que, por supuesto, ni vio y, saltándose olímpicamente las más elementales normas de circulación, comenzó a adelantar al camello de delante por la derecha, algo que a éste no le gustó nada, pues empezó a empujarlo hasta dejarlo casi al borde de la ya elevada pendiente de la ladera…
Miré hacia abajo y, a la vista de la altitud en la que nos encontrábamos, sentí que mi frío desaparecía repentinamente para transformarse en sudor. En sudor frío, claro.
¿¿¿Dónde demonios estaba el camellero para frenar a mi acelerado camello??? me preguntaba mientras él y su rival seguían pugnando por una mejor posición.

Y con esta disputa animal, llegamos a la cima. Una breve parada para contemplar el imponente paisaje que se extendía frente a nosotros fue, para mí, el mejor momento del recorrido. Reinaba el silencio, los camellos estaban quietos… Incluso el fuerte viento parecía haber amainado. Por unos instantes, llegué a pensar que estaba tocando de pies al suelo.
Poco duró, sin embargo, tan hermosa sensación. A un grito, otra vez ininteligible, del camellero la caravana se ponía nuevamente en marcha para iniciar el descenso.
Volvía a soplar el viento con intensidad y yo, de nuevo, retomaba mi interrumpida batalla con el chal, que ahora se vengaba de sus intentos frustrados de huida enroscándose a mi cuerpo como una serpiente. Mientras, los camellos, más ligeros en su descenso, iniciaban un trote que a mí se me antojó casi suicida y que hacía bambolear con fuertes sacudidas las enclenques sillas en las que íbamos sentados. A cada paso del camello, mi martirizada columna vertebral se estampaba contra el metálico respaldo del asiento y casi podía imaginarme a mis maltrechas vértebras maldiciéndome
Mi camello, por supuesto, seguía con la misma prisa de antes.
Arriba, abajo, arriba, abajo…. el vaivén del trote marcaba las subidas y bajadas de mi asiento de tortura y yo no veía el momento de tocar de pies al suelo, aunque difícil me resultaba poder ver nada porque, a esas alturas, yo era ya una maraña de chal y cabellos que cubrían, prácticamente, mi cara.

Se me hizo eterno, pero por fin llegamos al punto de donde habíamos partido mientras yo procedía, pacientemente, a apartar el enmarañado cabello de mi cara y a desenroscar el chal que, juguetón con el viento, casi me había envuelto medio cuerpo y me daba el aspecto de una momia montada en un camello...Mi imagen de seductora aventurera hubiera echado para atrás al mismísimo Indiana Jones.
De tal guisa llegaba yo al final de mi suplicio.
Uno a uno, los camellos se colocaron de nuevo en fila para, ordenadamente, y a la siempre ininteligible voz del camellero, empezar a sentarse para que sus pasajeros, ya desbordados por un entusiasmo colectivo, descendieran.
Todos se sentaron. Todos, menos el mío. Estaba claro que algo tenía en mi contra o que se estaba vengando de mi aullido…
Me imaginé el espectáculo… Decenas de camellos, ya libres de su carga, sentados plácidamente en el suelo y, en medio de ellos, desafiante y rebelde, el mío, obstinado en seguir sobre sus cuatro patas. Yo, colgada todavía en los aires, ya casi me había librado del maldito chal.
Por fin, tras segundos que me parecieron horas, el camellero de incomprensibles órdenes se dirigió hacia nosotros. De nuevo con señales evidentes de enfado en su rostro, no se si por el camello díscolo o por verme a mí, le lanzó uno de sus enigmáticos gritos.
Nada. Como si no fuera con él. Mi camello seguía en pie. No había duda... aquello era una venganza. Primero la del chal y ahora la del camello. ¿Se vengaría el niño llorón también de mí?
Un nuevo grito, esta vez más fuerte y totalmente comprensible:
“¡¡Baja, loca!!”

Y entonces funcionó. Como mágico conjuro, esas dos palabras bastaron para que mi camello por fin, lenta y pausadamente, se sentara.
Más que bajar, casi me tiré al suelo mientras, para mis adentros, me preguntaba si esa orden había ido dirigida al camello o a mí...
A punto estaba de preguntarle al siempre enfadado camellero cuando me topé, por primera vez, con su sonrisa. Eso sí, burlona. Tanto, que opté por callarme.
Preferí ignorar la respuesta. Ya en tierra firme, recompuse como pude mis cabellos, guardé mi chal en lo más hondo de mi mochila y, con la mayor dignidad posible, me alejé cuan rápida pude, sin despedirme, del camello.
Prometo volver a Lanzarote, isla que me enamoró. Si alguna vez me pierdo, es posible que me encontréis allí, entre su cielo azul, sus blancas casas y su negra tierra... Pero también prometo, y al Timanfaya pongo por testigo, que nunca más volveré a subirme a un camello.

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50 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Núria, ya estoy de vuelta ajajajajaaaja me has ehcho reir con tu texto tan simpático ajajajaa que bueno sabes a mi también me da yuyu montar en camello ajajajaja pero ya viste valió la pena a que si? hay veces que el miedo nos hace perdamos cosas bellas.
Un beso guapa, disfrute leyéndote
Carmen

EL BLOG DE MARPIN Y LA RANA dijo...

Vemos que has vuelto en camello, como los Reyes Magos.

Compartimos tu opinión sobre la belleza de Timanfaya, aunque no sobre los camellos de aquellos lares que son buenos y dóciles.

Bienvenida de nuevo a mundo-blog, Nuria.

Marpin y La Rana

Núria dijo...

Querida Carmen, ya veo que eres de las mías...jajaja...
Mi problema es que me da pánico todo lo que represente estar colgada en los aires...o sea que de volar, ni te cuento...
Pero como bien dices, yo también me trago el pánico porque, de no ser así, me habría perdido el poder conocer sitios bellísimos.
Me alegro de haberte sacado alguna carcajada....Yo, más tarde y con los pies en el suelo, también me reí a mi costa!
Bienvenida, guapísima, y gracias por visitarme!
Un abrazo,
Núria

Núria dijo...

Amigos Marpin y La Rana, gracias por vuestra bienvenida! Me alegro poder volver a estar en contacto con vosotros, aunque empiece despacito a meterme en el bolg y a ponerme al día de los vuestros...
El Timanfaya...pues sí, una maravilla! En cuanto a los camellos, no digo que no fueran buenos ni dóciles...son unos animales que me parecen simpatiquísimos, pues dan la sensación de estar siempre sonriendo...simplemente, a mí me tocó uno con ciertas prisas, nada más...
Gracias por vuestra visita. Es un placer volver a tomar contacto con vosotros!
Un abrazo!
Núria

Tatiana Aguilera dijo...

jaja...Amiga mía no me habías contado de ésta anécdota, me devoré de una el escrito. Siempre te he dicho que tienes una particular forma de narrar, que provoca que nos quedemos pegados al escrito, para saber el desenlace...Y en cuanto a los camellos, yo también me sentiría con un cierto pavor subirme en uno de ellos; pero la experiencia debe ser emocionante...
Un abrazo mi beduina amiga

Mª Rosa dijo...

Eres increíble Núria jajajaja me he reído como una loca, con decirte que ha venido Jesús (que estaba viendo la tele en el salón) a ver que me pasaba, lo que he podido reír con tu relato, vamos, que te imagino en tal situación y jajajajaja no puedo, perdona, sí, ya se que lo pasaste mal, pero tienes esa manera tan especial de contar las cosas, que el mal rato que pasaste se queda en un segundo plano. Como todo lo que escribes me ha encantado y además me has hecho pasar un ratito muy agradable de risas, cosa muy saludable, ha merecido la pena la espera, a ver si te siguen acompañando las musas y nos cuentas más cositas de tu viaje a Lanzarote.

Un abrazo enorme
Mª Rosa

Núria dijo...

Querida Tatiana, me reservaba la sorpresa para que la leyeras...En uno de mis mails hubiera sido interminable..jajaja...
Hay alguna cosilla más...quzás también me de por escribirla...te adelanto en primicia que es relativo a un barco...jajaja...
Gracias, amiga, por acercarte de nuevo a esta tu casita...me alegro de haberte arrancado alguna risa...jajaja...
Miles de petonets de una beduina frustrada...jajaja...
Núria

Núria dijo...

Querida Mª Rosa....jajajaja...la que se ríe soy yo imaginándote el alboroto, como para que Jesús acudiera a ver qué te pasaba...jajaja...
No sabes cuanto me alegro de que te haya hecho reir, pues esa era mi intención, como con casi todo...Sacar el lado divertido de los malos momentos, que te aseguro que ese lo fue...A mí, todo lo que sea andar colgada por los aires, nada de nada...Y lo bueno del caso es que de niña quería ser azafata...jajajaj...Menuda ayuda hubiera sido para los pobres pasajeros!!!
Gracias, guapa, por visitarme otra vez, incondicional como siempre, y por tus palabras. Voy a echar mano de la memoria para ver si saco algo suculentillo del viaje...
Un abrazo enorme!
Núria

LUISA dijo...

Como te entiendo, Nuria !!! Yo creo que a mi me hubiese pasado lo mismo. Siempre he dicho que nunca me iba a subir en un camello. Son tan altos y tengo tanto miedo a las alturas....

Tu aventura ha sido de cine y aunque hayas pasado por esos apuros, seguro que te lo has pasado en grande, con tan tremendos paisajes.

Bienvenida de tu viaje !!! Aquí estamos todos felices por tu regreso y sin tu camello, jejeje.

Un abrazo muy fuerte,

Ashia dijo...

jajajaja, Núria, si cuando vi la cara del camello, y la instantanea me dija ¡ Lanzarote !...si lo llego a saber te hubiera mandado recuerdos para el camello, esa mirada y su boca rumiante me suena, puede que sea el mismo, jajaja.
Es muy cierto lo que dices, la verdad es que los camellos cumplen las ordenes como aútomatas, cuando el camellero, sienta a las personas en él, lo hace de la forma que haga contrapeso, para nivelar la andadura del camello, ¿ es difícil ser beduína ? todo es aconstumbrarse, me he reído porque es como si lo estuviera viviendo de nuevo, nada que decir, todo muy cierto, todo.

Espero que vieras la obra de Manrique y la parte lunar y la volcánica, ¿ que me dices de las cuevas ? ehhhh.

Núria, puedo asegurar que lo has relatado y matizado estupendamente y con una gracia fuera de serie.
Lanzarote, es una preciosidad, aparte de tranquilo, me gustó mucho pero tanta tranquilidad me consumía, cuatro días y no mas.

Me alegro de tu aventura, y de como lo plasmas.

Me alegra saber que estas bien, y que vuelvo a leerte, no por mucho tiempo, pero lo que falte.

Un abrazo enoormeee.
Ashia

Núria dijo...

Alexia, guapa...noooooooo, el camello noooo....jajaja...
Y mira que me gustan estos animales, los encuentro simpatiquísimos, pero lo dicho, tocando de pies al suelo...yo, eh???
Gracias por visitarme de nuevo, Espero que muy pronto pueda volver a pasearme por tu blog!
Un abrazo muy grande!
Núria

Núria dijo...

Ashia, si es que lo mío no es andar colgada por las altura...jajaja...que ya me he visto yo en más de un "fregao" de este estilo y siempre me he dicho...nunca más...y mira tú que sí una vez más..jajaja...
Sí, sí...ví todo lo que me dices...la obra de Manrique me fascinó. Es una maravilla totalmente acorde con ese peculiar paisaje. Las cuevas, el paisaje lunar, el Mirador, la isla Graciosa, las plantaciones de aloe vera...en fin, creo que no me dejé nada y sí...es tranquilo, quizás demasiado para mi gusto, pero no me importaría dentro de un tiempo volver, porque te aseguro que no me lo imaginaba tan especial y tan diferente...
Gracias por visitarme de nuevo. Yo también me alegro un montón de estar de nuevo por aquí. En breve espero volver a ponerme al día de tu blog y el de todos. Ahora voy todavía pasito a pasito, porque tengo unos días algo movidos....
Te mando un abrazo enorme....de camello!!...jajajaj...
Núria

Jairo Andres Loaiza-Espinoza dijo...

Nuria querida..... que alegria tenerte de regreso.... y con un post como este, seguro me has refresacado la pupila....

te envio un abrazo refrescante... mis deseos que tengas un feliz fin de semana...

JALE

Alexander Camelot dijo...

Te deseo un fin de semana lleno de amor, paz
alegrias y lleno de magia.

Un gran abrazo.

Alexander♥

Núria dijo...

Querido amigo Jairo, también yo me alegro muchísimo de verte de nuevo por aquí y de saber que ha sido de tu agrado el leer mi post...
En breve me pasaré por tu blog, amigo...
Mientras tanto, te mando un gran abrazo por el reencuentro!
Núria

Núria dijo...

Amigo Alex, los mismos deseos también para tí!
Un abrazo!
Núria

Mª Pilar dijo...

Me he reido mucho con el relato, pues a mi me pasó algo parecido y acabé con medio cuerpo fuera jaja.
El Parque de Timanfaya es una preciosidad y las cuavas con los Jameos del agua, esos cangrejos blancos ciegos, son impresionantes, una gran obra la de Manrique.
Bienvenida de nuevo al mundo de los blogs

Un abrazo
+

Pilar

Alexander Camelot dijo...

Hola Nuria:
Te comunico que ya he publicado el siguiente capítulo de mi novela corta..

Como me solicitaste, aquí te dejo el link para que lo leas..

http://creatividadyletras.blogspot.com/2010/08/regreso-casa-parte-5.html

"La soledad compartida tiene otro sabor y el dolor es más liviano"

Te dejo un fuerte abrazo y mi amistad..

Alexander♥

Alma Mateos Taborda dijo...

jajajajajajaj aysssssss niña que me has hecho reír tanto que no puedo parar. Te he imaginado en esos trances donde el miedo gana. Pero al final de cuentas ha sido una hermosa experiencia. ¡Bravooooo! que no puedo parar de reír. Un abrazo grande.

Anónimo dijo...

Un simpatico relato de obligada lectura para la depresión.
No subiré a un camello nunca, a mí no me joroban!!

Saludos cordiales.

Es un placer leerte

Ángel dijo...

Vuelves a tener algo en mi blog.

Bikiños. Ángel.

Núria dijo...

Querida Mª Pilar, me encanta ver que no soy la única que lo pasó mal montada en un camello...jajja...Menuda pinta haríamos las dos de bduinas...jajaja...yo, hecha un ovillo en el asiento y batallando con el chal, y tú con medio cuerpo fuera...jajajja...
Todo Lanzarote me encantó. Los Jameos son una maravilla y la obra de Manrique me pareció fascinante, un reflejo en sus obras del paisaje y el ambiente de la isla. Fantástico!
Me alegro mucho verte de nuevo por aquí, guapísima!
Un abrazo muy grande!
Núria

Núria dijo...

Gracias, Alex! Pasaré por tu blog para seguir leyendo tu interesante relato.
Te deseo un feliz domingo y te mando un fuerte abrazo!
Núria

Núria dijo...

Amiga Alma, me alegro un montón haberte sacado unas risas...jajajaj...Solo por reirme yo también, más tarde, claro, de mi penosa actuación como beduina, ya valió la pena pasar por el trance...
Muchas gracias, guapa, por regalarme tu visita! Es un placer verte de nuevo por aquí!
Un gran abrazo!
Núria

Núria dijo...

Mistral, encantada de recibir tu visita! Celebro que hayas disfrutado con la lectura de mi "exótica aventura"...jajaja...
Muchas gracias por tu visita! Será un placer verte de nuevo por aquí!
Un saludo!
Núria

Núria dijo...

Amigo Angel, muchas gracias! Paso ahora mismo por tu casita virtual!
Un gran abrazo!
Núria

PRINTOVA dijo...

¡Hola Núria! Vaya como me he reído de tu aventura, chica parece que estabas rodando una película de risa. Vamos que has tenido unas vacaciones inolvidables, tenías que haberte traído el camello contigo, seguro que terminabais siendo íntimos, ji,ji. De seguro que es uno de esos viajes que recordarás siempre.
Ha sido la mar de divertido que compartieras con nosotros esa carabana de camellos tan peculiar. Me encantó leer tu aventura, de verás, siempre me voy riendo de tu blog, en este caso muy a tu pesar, ji,ji.
Un besote muy grande amiga.

Ashia dijo...

Núria, tienes algo en mi blog que te espera, palabra que no es un camello.

Besos enormes

Núria dijo...

Amiga Printova, el camello me persiguió en sueños durante días...jajajaja...
Sí, es cierto...una vez pasada la peripecia, me reí un montón de mí misma y de lo patética que debí parecer...
Pero bueno, sobreviví...jajaja...ahí queda el recuerdo, que me alegra haber compartido contigo y de que te hiciera reir!
No me pesa, guapetona, que te rías de mí...yo soy la primera en hacerlo...jajaja...
Un beso muy grnde, amiga!
Nüria

Núria dijo...

Ashia... malaaaaaaaa.....jajaja...ahora me paso por tu blog! Por suerte, no necesito medio de transporte sobre un camello...jajaja...
Gracias, guapa! Un abrazo enorme!
Núria

Carmela dijo...

Me has reír con este relato.
Imagino tu desconcierto subida en el lomo del camello.
Tal vez él percibió que no le tenías confianza!Jajaja!!!
Lo has relatado con mucha gracia.
Fue toda una hazaña.
Pero lograste andar en camello.
Una singular aventura.
Ya te veo volviendo a Lanzarote y haciendo amistad con los camellos.
Tal vez ... la segunda experiencia sea más llevadera!
Me encantó.
Singular narrativa impregnada de matices retrando el temor , la osadía y la gracia!
Genial.
Te veo bajando del came con la dignidad de una diosa , acomodándote el chal!
Esta secuencia es gloriosa!!!
Besinos!

Núria dijo...

Carmela.....jajjaja...yo creo que a estas horas, el camello está haciendo una cura de reposo...jajaja...
Sí, el descenso del camello, con chal includio, no tuvo desperdicio. Bajé con la arrogancia de quien ha nacido montando a camello...jajaja...
Me alegro muchísimo de que te hays reido, que de eso se trata, empezando por uno mismo.
Gracias por visitarme, guapa! Te mando un gran abrazo!
Núria

Pilar dijo...

Núria, lo de que te preguntaban el por qué chillbas de "esa" manera, en particular y todo el resto en general, me ha hecho reir de lo lindo!, jaja.

Un beso.
Pilar.

Núria dijo...

Pilar, ya ves...encima de burra, apaleada...jajajaa...
Me cayeron los palos por todos los lados!...jajaja..
Gracias, guapa, por pasarte por mi blog. Me alegro de que te haya hecho reir...A mí también, pero más tarde...jaja...
Un beso,
Núria

Anónimo dijo...

Hola Núria, me encanta venir por aquí disfruto leyéndote, pero hoy vengo con más alegría todavía donde está mi regalito?
ajajajajajaja
Gracias bella, ya me dirás algo
Carmen

LUISA dijo...

Cuando puedas te pasas por mi blog. Tienes un regalo http://mialmaenelpapel.blogspot.com/2010/08/premio-rosa-azul-de-los-poetas.html

Y no se si lo has leido porque estabas de vacaciones, me llamaron el 11 de agosto para decirme que había un niñito de 15 meses (leer entrada en http://mialmaenelpapel.blogspot.com/2010/08/la-llamada-de-nuestra-vida.html

Besazos y ya sabes que soy tu fan nº 1

Anónimo dijo...

Gracias Nu´ria es un honor para mi que compartas tu premio entregado
por Ashia, conmigo se agradece en el corazón

Carmela dijo...

La verdad que disfruté mucho con todo el itinerario de tu aventura .Me causó mucha gracia.
Lo has relatado con un grato derroche de donaire y de gracia .
Además no conozco camellos.
Y te imaginaba en las alturas , con el cabello al viento y el chal indomable : una imagen imperdible.
Todavía me causa gracia.
Ahora que estás más " canchera" , como decimos aquí , cuando vuelvas ... tal vez subas a otro camello ... como si nada.Jajaja!!!
Abrazos , guapa!

Núria dijo...

Querida Carmela...jajajajjaa...me hizo gracia esto de "canchera"....
Pero no y no...esta vez va en serio. Lo intenté, a pesar de no quererlo de antemano, o sea que nunca podrá ser dicho que me rajé...jajaja...
Pero nunca más, Carmela, que lo mío no es ir colgada por los aires...jajaja...
Un abrazo, guapa, gracias por isitarme de nuevo. Me encanta verte por aquí!
Núria

mia dijo...

Hola Nuria.
Me gusto mucho tu relato,
me gusta como escribes te felicito.
y gracias a ti amiga por visitar mi blog.

un besazo mia.

Núria dijo...

Mia, gracias por tus palabras: También para mí ha sido un grato descubrimiento tu blog, del que ya me he hecho seguidora.
Seguimos en contacto, guapa!
Un abrazo,
Núria

Anónimo dijo...

Núria dime como me pudeo llevar el regalo y ponerlo en mi blogger, porque sin código no sé como hacer,
perdona mi ignorancia.
Un beso

Núria dijo...

Carmen, guapa, ahora te respondo en tu blog. Un beso!
Núria

Anónimo dijo...

Núria disculpa, ejejej mira le doy para poner una imagen y me sale examinar, para ponerla desde mi equipo, pero no para pegarla yo
lo siento yo me manejos más por hotmail en espaces
un besote

Ángel dijo...

Hola Nuria: Acabo de llegar de las vacaciones, y estoy poniendo los blogs amigos/as, poco a poco al día.

Comparto contigo tu fobia a las alturas...
Aunque si hay que ir, se va... ir pá ná es tontería.

Me gustó mucho tu experiencia.

Bikiños. Ángel.

Núria dijo...

AMigo Angel...soy de la misma opinión que tú...ir pá ná es una tonteria!...jajajaja...
Voy, lo pruebo y luego digo "nunca más", aunque ya se sabe aquello de "nunca digas nunca más", verdad?
Gracias por tu visita y por solidarizarte conmigo en mi fobia. No sabes cuanto me consuela saber que no soy un bicho raro...jajaja...
Un abrazo!
Núria

Anónimo dijo...

Gracias Núria era super fácil, jejeej sólo tenia que descargarlo en mi equipo, y yo como todo lo hago más difícil, quería hacerlo desde la red ajajajajaj gracias está precioso en mi blogger tu regalo, estoy emocionada niña
besossss

maluferre dijo...

Hola Nuria, estoy retomando mi blog y primero he pasado a leerte.
También me has hecho reir, pero te comprendo bastante bien porque hace años me subieron en un caballo, me subieron porque fue a traicción, me cogieron en brazos y plof, encima del caballo.. todo esto sin avisar y casi me muero cuando se empezo a mover. Se ve muy facil en las peliculas del oeste, pero alla arriba sentí una inseguridad y estar al merced de una animal que no sabes como va a reaccionar, me dió miedo...así que no creo que nunca me suba a camello por lo menos volutariamente.

Núria dijo...

Mariluz (puedo llamarte así ahora que nos han presentado???)...jajajaja...
Qué gusto no sentirme sola en mi fobia. Entiendo perfectamente lo del caballo, que a mí me ha tocado eso un par de veces y ya no daré opción a una tercera...jajaja...
Me alegra mucho saber que has puesto de nuevo en marcha tu blog. En cuanto pueda, me pasUn besote, guapa!
Núria

Núria dijo...

Carmen...lo ves??? Ahora ya tienes práctica para sucesivos premios! Yo también soy de las que hacen complicado lo sencillo...jajajaj...
Lo importante es que lo conseguiste...Ahora pasaré de visita por tu casita para ver lo bien que luce!
Un besote, guapa!
Núria