lunes, 31 de agosto de 2009

Inquilina indeseada

Como una molesta inquilina, como una vecina indeseada, se instaló la tristeza en mi corazón. Llegó de repente, sin avisar, sin darme tiempo siquiera a estar preparada para hacerle frente. Desempaquetó su equipaje de lágrimas y reproches, se acomodó en mi interior y tan firmemente se ha apoderado de mí, que me resulta imposible echarla.

Me controla de la noche al día, vigila mis pasos y me sigue a todas partes. Intento esquivarla, engañarla, esconderme de ella, pero es inútil. Se cuela por cualquier rendija, me asalta cuando bajo la guardia, me envenena el alma y me devora lentamente. Me persigue calladamente, me acecha en los rincones y hasta en sueños la siento a mi lado. Me despierto y sé que está ahí, que aún no se ha ido y que un día más, vivirá a mi costa.

Es como una enfermedad maligna que se adueña poco a poco de mi fuerza y se nutre de mi alegría, que me consume lentamente y que cada día que pasa es una batalla que gana. Envenena co su presencia todo cuanto hago, falsea todo cuanto digo y convierte en gris el brillo del sol.
Pero no me rindo. Jamás. Ganará muchas batallas pero yo ganaré la guerra. Sé que tengo un arma para luchar contra ella. Sé que debo afilar mis uñas, enseñar los dientes y armarme de ilusión. Esa ilusión que quedó enterrada bajo los escombros de lo que un día fui. Esa ilusión que debo encontrar antes de que sea demasiado tarde. Voy a buscar en mis propios restos hasta recuperarla de nuevo y, cuando vuelva a ser mía, la empuñaré contra mi odiada enemiga, la aniquilaré y, victoriosa, bailaré sobre sus cenizas. El arma de la ilusión, milagroso artilugio que mata penas pero que, maravillosamente, resucita alegrías muertas.

Safe Creative #1005116266547

sábado, 22 de agosto de 2009

Puesta de sol en Santorini

El brillante azul del cielo era tan intenso que casi cegaba el mirarlo. Su luminoso resplandor se confundía y entremezclaba con el del mar, sereno y tranquilo, y apenas podía distinguirse la línea divisoria del horizonte; tal era la simbiosis entre cielo y mar.
Donde fuera que dirigiera mi mirada, el mar estaba siempre presente, como un inmenso lazo azul rodeando Santorini. Las casas, de un blanco inmaculado, y esparcidas por toda la isla, descendían desde lo más alto de la misma casi hasta la orilla del mar y, como cientos de blancas gaviotas, contrastaban alegremente con el omnipresente azul que las envolvía, el azul que las abrazaba desde el cielo y desde el mar.
Pero no sólo el azul y el blanco eran los colores protagonistas. Algunas de las casas, con sus fachadas pintadas con vivos colores, en perfecta armonía, salpimentaban ese conjunto blanco y ofrecían una imagen casi de cuento infantil.

Con tan perfecta sintonía de colores, Santorini me embriagaba con su belleza, una belleza que me sorprendía en cualquier esquina, en la más recóndita de sus calles...cúpulas de iglesias de un azul lapislázuli, rojos geranios adornando las ventanas, violetas buganvillas adueñándose de los muros encalados, mil tonalidades de verde en los patios interiores de las casas….y el Sol, que multiplicaba ese efecto colorido y mediterráneo. Calles empedradas, limpias, coloridas y perfumadas…Si hubiera tenido que definir la esencia del Mediterráneo, sin lugar a dudas, hubiera dicho Santorini.
Subí a un pequeño montículo, el más alto de la isla, desde el cual se decía podía verse en todo su esplendor la puesta del Sol. Como era de prever, no era yo la única que acudía allí para presenciar el espectáculo…Aún así, logré encontrar un sitio privilegiado y me acomodé a la espera de lo que estaba ya a punto de suceder.

El Sol, aún en su máximo esplendor, empezó muy lentamente a descender de su trono azul y, como por arte de magia, todos los colores del paisaje que me rodeaba empezaron a alterarse y a adquirir nuevas tonalidades. A medida que el cielo se iba oscureciendo y perdía poco a poco su intenso brillo, el mar adquiría una hermosa tonalidad, primero anaranjada, luego rojiza, y en su momento álgido, se tornó en un rojo tan intenso que parecía iba a arder, al igual que el astro rey. El blanco impoluto de las casas se iba transformando hasta tal punto que ya no eran blancas, sino rosadas. Las fachadas con vivos colores apaciguaban su intensidad y todo el paisaje suavizaba sus tonos…Sólo el Sol, ahora ya de un rojo intenso, era una explosión de color en un fondo ya oscurecido por las incipientes sombras. Como en una despedida lenta y majestuosa, descendió suavemente hasta perderse totalmente de vista.

Cuando dejó ya de ser totalmente visible, tras unos cortos segundos de silencio ante tanta hermosura, todos los que habíamos sido espectadores mudos de tal belleza, estallamos en aplausos y en gritos de alegría…Como ante una magistral representación de la Naturaleza, aplaudíamos por el bello colofón de un día más, aplaudíamos como pidiendo una repetición que no se produciría hasta el día siguiente…aplaudíamos, pienso yo, agradecidos por ese regalo diario que es la vida y toda la belleza que la rodea.

Safe Creative #1005116266585

jueves, 20 de agosto de 2009

Alas a tu corazón

Ponle alas a tu corazón
si sientes que por exceso
de rutina vive preso
y le asfixia la razón.

Ponle alas a tu corazón
si quieren tenerlo preso
no está hecho para eso
ni sabe de posesión.

Ponle alas a tu corazón
si es que le ahoga la pena
libéralo de la condena
de vivir sin ilusión.

Ponle alas a tu corazón
y deja que vuele libre
que solo para eso vive
sácalo de su prisión.

Ponle alas a tu corazón
el amor no sabe de ataduras
ni de estar viviendo a oscuras
tras las rejas de la incomprensión.

Ponle alas a tu corazón
y lánzalo libre al viento
sin el lastre del remordimiento
y de equipaje solo la emoción.

Y cuando
al fin consiga levantar el vuelo
no habrá fronteras entre tú y el cielo
y el Universo te pertenecerá.

Y verás
que una lluvia de estrellas lo empapa
que un huracán de sonrisas lo arrastra
y vuela libre de su esclavitud.

Que nunca
el corazón nació para estar preso
que si no es libre se muere de viejo
y su celda solo la abres tú.
Safe Creative #1005116266608

miércoles, 19 de agosto de 2009

Amanecer en el desierto

Era un mar infinito de arena. Las dunas, sinuosas, formaban una cadena sin fin que iba más allá de donde alcanzaba mi vista. Nada alteraba ese fascinante y casi hipnótico paisaje. El viento levantaba nubes de arena que desdibujaban el horizonte y parecían cortinas de humo. Solo arena a mi alrededor y el sonido del viento.
Llegué al desierto cuando la negrura de la noche empezaba a dar paso, muy lentamente, a las primeras luces del día. Un amanecer en el desierto del Sahara parecía muy prometedor y bien valía la pena el tremendo madrugón que me representaba.
Ascendí por una de las dunas, algo más elevada que el resto. Era un ascenso lento, cansado…mis piernas se hundían casi hasta las rodillas y mi rostro, a pesar de estar cubierto por un enorme pañuelo para protegerme de la tormenta de arena, sentía el azote de la arena que, como punzante lluvia, lo golpeaba. Sudorosa, jadeante, por fin alcancé la cima. El espectáculo era magnífico y lo que vino a continuación me dejó sin palabras, al observar la maravilla que ante mis ojos empezaba a tener lugar.

El cielo se fue aclarando a medida que el Sol, que tímidamente se asomaba por el horizonte, empezaba a alzarse, lenta y majestuosamente, por encima de ese mar de arena. Un Sol rojo primero, anaranjado después y, finalmente, dorado en todo su esplendor, transformaba el océano de dunas que me rodeaba. Éstas, como tocadas por una varita mágica, empezaron a variar su tonalidad y ante mi se abrió un abanico de colores cambiantes, una amalgama de tonalidades que mis ojos hubieran querido retener para siempre. Amarillos, ocres, cobrizos, rojos…una explosión de color a medida que el Sol se adueñaba de ese espacio infinito. Una cascada de colores que, según la intensidad, jugaban con las sombras de las dunas y tenían un efecto visual maravilloso. Era como si las dunas se movieran, como si fueran auténticas olas en un mar ligeramente alterado. Lenta, pausadamente, se movían en un vaivén que enlazaba una duna con la siguiente, formando una espectacular cadena que no tenía fin. Luces y sombras, espacio y colores...Unos minutos tan solo pero que me embriagaron los sentidos. La Naturaleza jugueteando y yo boquiabierta…Era un espectáculo fascinante que hubiera deseado no terminara nunca pero que, sin embargo, tuvo la brevedad de todo lo hermoso.

El Sol, dueño al fin de un cielo claro y brillante, se aposentó en su trono azul con todo su esplendor y, de nuevo, las dunas dejaron de ser olas, el desierto recobró su color uniforme, y hasta la ventisca de arena cesó. Había amanecido. La quietud y el silencio se adueñó nuevamente de ese inmenso espacio y, ante ese espectáculo arrebatador, sentí cuan grande era la Naturaleza y cuanta belleza nos regalaba. También sentí cuan pequeña e insignificante, casi tan minúscula como esos millones de granos de arena que me rodeaban, era yo.

Safe Creative #1005116266691

viernes, 14 de agosto de 2009

Divago...

Divago… hoy mi mente está juguetona, inquieta, incapaz de centrarse en un pensamiento. Intento atrapar una idea, una reflexión… pero es en vano.
Hoy se cortó el flujo, la corriente que me lanza a escribir. Dónde está la avería?
En el corazón, que me inspira? En la cabeza, que traduce mis sentimientos? En mis dedos, que los transcriben?
Paseo mi mirada por los mil objetos que me rodean…los libros, las fotos, un cuadro, incluso me detengo a observar, como si lo viera por primera vez, ese pisapapeles que un día alguien me regaló…
Escribo y borro… borro y escribo… tamborileo con los dedos en la mesa y el reloj avanza…el ritmo de su tic-tac se me antoja el de mi corazón. Me pregunto si irán acompasados…
Se acabó. Tiro la toalla. Por cierto…me olvidé de cambiar las toallas del baño!... En fín, definitivamente lo dejo. Mi mente está en blanco, dejaré la hoja en blanco y, por no pasar la noche en blanco, me iré a dormir. Mañana, seguro que mañana sí, vendrá la inspiración a visitarme de nuevo…

Safe Creative #1005116266691